
domingo, 28 de febrero de 2010
"Finis Terra", de Laura Gallego

jueves, 25 de febrero de 2010
Bosque Mitago, de Robert Holdstock

Había oído maravillas de este libro, y no es para menos. La prosa del autor es magnífica y conduce al lector a un panorama rodeado de mitos, leyendas y espíritus, muy original, con descripciones cautivadoras, de tal forma que te sumerge por completo y llega a hacerte partícipe de la historia. Personajes muy bien delineados, desde el padre que ansía descubrir las entrañas del bosque (George Huxley), hasta los dos personajes fundamentales (los hermanos Huxley, hijos de George) o la bella y salvaje Guiwenneth (maravillosa).
Misterio e intriga constantes, acción, investigación, en una obra de fantasía pura, carente sin embargo de dragones, hadas, orcos o elfos, tan típicos en este género.
Por otro lado, es perfecta la ilustración que escoge Gigamesh para representar fielmente el espíritu (nunca mejor dicho, ya lo entenderán cuando lo lean) del libro.
Bosque Mitago es y será, ante todo, un libro imprescindible. Hacía tiempo que una historia no me tenía en vilo así, transmitiendo tantas sensaciones y culminando además de forma espléndida.
sábado, 20 de febrero de 2010
Portada de la novela "Raazbal"
Ya se acerca... próximamente, Raazbal verá la luz en las librerías. Una novela de fantasía épica donde la crudeza de la guerra se refleja como sucede en las novelas históricas. Misterio, traiciones, batallas y mitología se funden en una cruzada militar sin igual.
De momento, os dejo aquí la portada que el ilustrador Carlos Bribián ha diseñado para el libro, a puntito de pasar a imprenta.

jueves, 18 de febrero de 2010
Mentes perversas- reseña de Luis Borrás en Diario del Alto Aragón
miércoles, 17 de febrero de 2010
El cuervo
Extracto del octavo relato del libro "Mentes perversas" publicado por Mira Editores:
"A Hugo Clarillas le fascinaban los cómics. Subía al autobús cargado de bolsas transparentes, desde las que se adivinaban decenas de títulos de lo más atractivos: El vengador de fuego, La espada maldita, El hombre cuervo, Asesinos sin rostro… Cuando lograba sentarse introducía sus manos nerviosas en la bolsa y seleccionaba un ejemplar todavía virgen. Rasgaba con dulzura el himen de plástico antes de leer las primeras páginas y contemplar las viñetas iniciales a todo color. Entonces echaba la cabeza hacia atrás unos segundos y se relajaba para perpetuar los dibujos en su memoria. Tenía <> y su tío, que era un chistoso, decía que ese invierno Hugo perdería sus últimos pelos de tonto. Sin embargo, el devorador de cómics contemplaba las recién adquiridas joyas impresas con la mirada inquieta e imberbe, semejante a la de un niño de ochenta kilos al que Saturno había despreciado. Tenía el pelo introvertido alrededor de una calva desprotegida, como un cerro en el claro de un bosque negro.
Pese a su edad continuaba imaginando mundos fantásticos, donde viajaba convertido en cualquiera de sus héroes favoritos, con el traje azul, negro, rojo o púrpura ceñido al cuerpo morcillón, volando como un cochinillo con alas.
Su lectura se vio interrumpida con el frenazo de rigor que anunciaba la parada cercana a su casa. Allí se apeó junto a un rebaño de ancianos, y todos se precipitaron calle abajo, como un río desbordado en primavera hasta los confines del casco viejo de su ciudad. Allí, Hugo Clarillas pagaba el alquiler de un piso que no se venía abajo porque quizás la atmósfera había hecho una excepción. Era una estructura arcaica en cuyas paredes apergaminadas Bécquer podría haber escrito sus cartas amorosas durante la adolescencia. Las ventanas de algunos pisos deshabitados habían sido cegadas y el portal tenía un armazón de hierro oxidado como el de los buques hundidos en Pearl Harbour. Sin duda era el lugar idóneo para un soltero que no desea escuchar las críticas de sus vecinos. El único habitante de la casa además de Hugo era una anciana llamada Clara, la cual estaba medio sorda y él disfrutaba con preguntarle por Heidi cada vez que se topaba con ella en el rellano."
"A Hugo Clarillas le fascinaban los cómics. Subía al autobús cargado de bolsas transparentes, desde las que se adivinaban decenas de títulos de lo más atractivos: El vengador de fuego, La espada maldita, El hombre cuervo, Asesinos sin rostro… Cuando lograba sentarse introducía sus manos nerviosas en la bolsa y seleccionaba un ejemplar todavía virgen. Rasgaba con dulzura el himen de plástico antes de leer las primeras páginas y contemplar las viñetas iniciales a todo color. Entonces echaba la cabeza hacia atrás unos segundos y se relajaba para perpetuar los dibujos en su memoria. Tenía <
Pese a su edad continuaba imaginando mundos fantásticos, donde viajaba convertido en cualquiera de sus héroes favoritos, con el traje azul, negro, rojo o púrpura ceñido al cuerpo morcillón, volando como un cochinillo con alas.
Su lectura se vio interrumpida con el frenazo de rigor que anunciaba la parada cercana a su casa. Allí se apeó junto a un rebaño de ancianos, y todos se precipitaron calle abajo, como un río desbordado en primavera hasta los confines del casco viejo de su ciudad. Allí, Hugo Clarillas pagaba el alquiler de un piso que no se venía abajo porque quizás la atmósfera había hecho una excepción. Era una estructura arcaica en cuyas paredes apergaminadas Bécquer podría haber escrito sus cartas amorosas durante la adolescencia. Las ventanas de algunos pisos deshabitados habían sido cegadas y el portal tenía un armazón de hierro oxidado como el de los buques hundidos en Pearl Harbour. Sin duda era el lugar idóneo para un soltero que no desea escuchar las críticas de sus vecinos. El único habitante de la casa además de Hugo era una anciana llamada Clara, la cual estaba medio sorda y él disfrutaba con preguntarle por Heidi cada vez que se topaba con ella en el rellano."
sábado, 13 de febrero de 2010
Mentes perversas, por Luis Borrás
El crítico Luis Borrás ha reseñado mi libro Mentes perversas en su blog. La crítica aparecerá seguramente en el suplemento cultural del próximo domingo de el periódico Diario del Alto Aragón.
Me ha gustado especialmente una de sus propuestas de reclamo para el libro: "Si tienes hijos recién nacidos, hijos de 6 años, hijas de 20, perros, gatos o mascotas de cualquier tipo, NO compres este libro."
Podéis leer la reseña aquí:
http://aragonliterario.blogspot.com/2010/02/cuando-la-luz-se-apaga.html
Me ha gustado especialmente una de sus propuestas de reclamo para el libro: "Si tienes hijos recién nacidos, hijos de 6 años, hijas de 20, perros, gatos o mascotas de cualquier tipo, NO compres este libro."
Podéis leer la reseña aquí:
http://aragonliterario.blogspot.com/2010/02/cuando-la-luz-se-apaga.html
jueves, 11 de febrero de 2010
Harry Potter y la Piedra Filosofal, de J.K.Rowling


Reconozco haber sido durante varios años un contumaz detractor de Harry Potter. No estoy exento de prejuicios, y pese a que pretendo no establecer juicios de valor sobre textos que no he leído, me fue imposible no hacerlo teniendo en cuenta que ya hacía más de 30 años, Ursula K. Leguin (maestra indiscutible del género fantástico y de la ciencia ficción), ya ideó un colegio de magos en un paisaje fantástico en su saga de “Terramar” (concretamente, en su libro Un Mago de Terramar).
Con este argumento criticaba yo la obra de la señora J.K.Rowling, ya que aunque sus libros siempre me han parecido un paradigma muy positivo para demostrar que la literatura puede calar hondo entre los jóvenes de hoy en día, su falta de originalidad en cuanto a la idea principal de sus libros me llevó a permanecer escéptico en cuanto a su valía real y a considerarlo un producto más de mercado. Pero hoy confieso que me equivoqué. Es cierto que la premisa no es original, pero la forma de narrar me parece estupenda para un estilo juvenil. Lectura fresca, sencilla (que no simple) y muy entretenida, que incluso inculca valores morales sin ser forzados en ningún momento (no como en algunas seudonovelas contemporáneas, diseñadas únicamente desde un departamento de marketing).
Harry Potter vive con sus tíos, los Dursley, en el número 4 de Privet Drive, tras la trágica muerte de sus padres. Él no lo sabe, pero antes de que un gigantón llamado Hagrid le conduzca al colegio de magia de Hogwarts, ya es uno de los magos más reconocidos en un mundo paralelo al real.
Personajes con personalidades dispares, magia, amistad y aventuras a raudales, con pinceladas de misterio e incluso narraciones de un deporte curioso (los jugadores vuelan en sus escobas, como no podía ser de otra manera tratándose de brujas y magos). El estilo de la escritora te lleva en bandeja de principio a fin. He percibido también referencias a libros de otros autores del fantástico como Philip Pullman o C.S.Lewis. Pero, en cualquier caso, es una excelente novela infantil-juvenil.
Me he divertido con el primer libro del famoso Harry Potter, cuyo nombre eclipsa incluso el de la propia autora (solo al nombre, no a la cuenta bancaria), y ahora entiendo que los más jóvenes se hayan sentido subyugados por la historia (máxime si desconocían los libros de K. Leguin).
Con este argumento criticaba yo la obra de la señora J.K.Rowling, ya que aunque sus libros siempre me han parecido un paradigma muy positivo para demostrar que la literatura puede calar hondo entre los jóvenes de hoy en día, su falta de originalidad en cuanto a la idea principal de sus libros me llevó a permanecer escéptico en cuanto a su valía real y a considerarlo un producto más de mercado. Pero hoy confieso que me equivoqué. Es cierto que la premisa no es original, pero la forma de narrar me parece estupenda para un estilo juvenil. Lectura fresca, sencilla (que no simple) y muy entretenida, que incluso inculca valores morales sin ser forzados en ningún momento (no como en algunas seudonovelas contemporáneas, diseñadas únicamente desde un departamento de marketing).
Harry Potter vive con sus tíos, los Dursley, en el número 4 de Privet Drive, tras la trágica muerte de sus padres. Él no lo sabe, pero antes de que un gigantón llamado Hagrid le conduzca al colegio de magia de Hogwarts, ya es uno de los magos más reconocidos en un mundo paralelo al real.
Personajes con personalidades dispares, magia, amistad y aventuras a raudales, con pinceladas de misterio e incluso narraciones de un deporte curioso (los jugadores vuelan en sus escobas, como no podía ser de otra manera tratándose de brujas y magos). El estilo de la escritora te lleva en bandeja de principio a fin. He percibido también referencias a libros de otros autores del fantástico como Philip Pullman o C.S.Lewis. Pero, en cualquier caso, es una excelente novela infantil-juvenil.
Me he divertido con el primer libro del famoso Harry Potter, cuyo nombre eclipsa incluso el de la propia autora (solo al nombre, no a la cuenta bancaria), y ahora entiendo que los más jóvenes se hayan sentido subyugados por la historia (máxime si desconocían los libros de K. Leguin).
lunes, 8 de febrero de 2010
El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher

sábado, 6 de febrero de 2010
El hoyo
Extracto del décimotercer relato que finaliza el libro "Mentes perversas" publicado por Mira editores:
"Cuando el vehículo policial se detuvo, la medianoche imperaba como un dios antiguo.
En el sereno cielo de diciembre podían verse las estrellas, destacando como purpurina esparcida en un vasto mantel negro.
Habían parado en un descampado, en medio de la nada, junto a un camino agrícola que distaba un kilómetro de un polígono industrial alejado de la capital. Los faros del coche eran la única luz artificial en aquél terreno, y su haz blanquecino bañaba varias decenas de metros de terreno árido. Muy lejos, podían distinguirse en el horizonte los edificios arracimados en la ciudad, como una orgía de luciérnagas copulando.
Tomás, el policía que estaba en el asiento del copiloto, gruñó antes de abrir la puerta. Era un hombre corpulento. Su rostro feo e hinchado por la comida rápida mostraba un profundo desagrado por quien transportaban en el asiento trasero, detrás de la mampara. Bajó primero el pie derecho a tierra. La suela de la bota Swat crujió al aplastar las piedrecillas. Después se ayudó a salir aferrándose con ambas manos al chasis del vehículo. Parecía un enorme gorila de pecho plateado saliendo del interior de una cueva.
Hacía frío. Mucho frío. El ordenador del coche marcaba dos grados bajo cero y un viento lacerante estremecía la noche. El conductor, David Arosta, un policía de la última promoción, dejó el motor encendido y salió con el rostro serio, situándose detrás del veterano.
Tomás se colocó junto a la puerta trasera derecha del vehículo y, tras un bufido, abrió la puerta.
En el interior había un niño. Tenía poco más de once años, aunque en su mirada despierta se adivinaba la agudeza propia de los chavales que viven en la calle.
—Baja, hijo de puta —conminó el agente.
El niño salió del vehículo con bastante agilidad, mucho más rápido de lo que lo había hecho Tomás e incluso su compañero. Ambos sabían que si el chiquillo echaba a correr, no lograrían alcanzarlo. Claro que esta vez miraban con tanta seriedad al pequeño delincuente, que parecía que pudieran llegar hasta el final. Por eso, Ismael, hijo de los Putrescu Garmendia, residentes en una parcela de la calle Salillas, tenía miedo por primera vez a la policía."
"Cuando el vehículo policial se detuvo, la medianoche imperaba como un dios antiguo.
En el sereno cielo de diciembre podían verse las estrellas, destacando como purpurina esparcida en un vasto mantel negro.
Habían parado en un descampado, en medio de la nada, junto a un camino agrícola que distaba un kilómetro de un polígono industrial alejado de la capital. Los faros del coche eran la única luz artificial en aquél terreno, y su haz blanquecino bañaba varias decenas de metros de terreno árido. Muy lejos, podían distinguirse en el horizonte los edificios arracimados en la ciudad, como una orgía de luciérnagas copulando.
Tomás, el policía que estaba en el asiento del copiloto, gruñó antes de abrir la puerta. Era un hombre corpulento. Su rostro feo e hinchado por la comida rápida mostraba un profundo desagrado por quien transportaban en el asiento trasero, detrás de la mampara. Bajó primero el pie derecho a tierra. La suela de la bota Swat crujió al aplastar las piedrecillas. Después se ayudó a salir aferrándose con ambas manos al chasis del vehículo. Parecía un enorme gorila de pecho plateado saliendo del interior de una cueva.
Hacía frío. Mucho frío. El ordenador del coche marcaba dos grados bajo cero y un viento lacerante estremecía la noche. El conductor, David Arosta, un policía de la última promoción, dejó el motor encendido y salió con el rostro serio, situándose detrás del veterano.
Tomás se colocó junto a la puerta trasera derecha del vehículo y, tras un bufido, abrió la puerta.
En el interior había un niño. Tenía poco más de once años, aunque en su mirada despierta se adivinaba la agudeza propia de los chavales que viven en la calle.
—Baja, hijo de puta —conminó el agente.
El niño salió del vehículo con bastante agilidad, mucho más rápido de lo que lo había hecho Tomás e incluso su compañero. Ambos sabían que si el chiquillo echaba a correr, no lograrían alcanzarlo. Claro que esta vez miraban con tanta seriedad al pequeño delincuente, que parecía que pudieran llegar hasta el final. Por eso, Ismael, hijo de los Putrescu Garmendia, residentes en una parcela de la calle Salillas, tenía miedo por primera vez a la policía."
miércoles, 3 de febrero de 2010
Pinocho Blues a la venta
Carlos Bribián ha publicado recientemente con Glénat su segundo cómic: Pinocho Blues. 15.000 ejemplares a la venta, ahí es nada. La verdad es que esta novela gráfica (extensa, muy extensa) pinta muy bien para los aficionados al cómic.
Podéis ver algo del estilo del autor y noticias sobre sus exposiciones y presentaciones en su blog:
http://bribianart.blogspot.com/
http://bribianart.blogspot.com/

martes, 2 de febrero de 2010
El Nano y el Negro
Extracto del quinto relato del libro "Mentes perversas" publicado por Mira Editores:
"—Ahora me la vas a chupar, ¡zorra! —dijo el Negro, sacando su enorme miembro circuncidado por encima de los Calvin Klein de imitación. Del bolsillo de su chaqueta sacó una reluciente navaja, mientras con la mano izquierda sujetaba la coleta de la rubia arrodillada ante él. El Negro acercó la cara de la chica a su pene, mientras ella gimoteada aterrorizada, moviendo la cabeza de un lado a otro en un claro gesto de negación.
—Escucha, puta, más vale que me la chupes, y hazlo bien. Como se te ocurra morderme... ¡chack! —El Negro chasqueó la lengua al tiempo que simulaba un corte de garganta con su propia navaja.
La rubia se sorbió los mocos e introdujo aquel pedazo de carne erecta en su boca. Estaba caliente, tan caliente como una gruesa barra de hierro candente. Podía sentir la piel estirada entre sus labios, empujando una y otra vez hacia el interior, tan hondo que le costaba respirar.
A su lado, su amiga lloraba mientras el Nano la enculaba como a una yegua, ambos sobre el sofá biplaza del salón. Ella notaba la barriga del resuelto violador golpeando con sus glúteos, una y otra vez, dolorosamente, mientras la taladraba sin vaselina ni mantequilla ni nada, a pelo, <>, repetía él. Y para que no gritara le había amordazado la boca con parte del mantel de la cocina que había rasgado en dos pedazos.
Pedazos de pizza sobre la mesa. Fríos y tan nevados de queso que se diría que son enormes triángulos de mozarela fundidos. Es medianoche y los créditos de Match Point aún pueden leerse en la pantalla plana de cuarenta pulgadas. Tania descansa sobre el sofá junto a su amiga, hecha un ovillo con las piernas encogidas.
—¿No quieres más pizza? —dice Sonia.
—Cómetela tú, está fría. No me gusta el queso frío.
—Si quieres lo meto en el micro.
—No hace falta, de verdad. No tengo más hambre.
—Está bien —suspira Sonia, y alarga la mano para coger un pedazo más de pizza, extendiendo bajo él la otra mano para no manchar el sofá.
—Desde luego —comenta Tania—. No sé dónde lo metes.
—Pues aquí, chica, aquí —replica Sonia, señalándose el vientre plano de gimnasio.
Son amigas desde la infancia. Han ido juntas al colegio, al instituto y durante los dos primeros años de universidad. Sonia abandonó la carrera y con los años consiguió hacerse un hueco en el mercado laboral como jefa de una agencia de azafatas. Tania tardó mucho en terminar sus estudios y, cuando lo hizo, sólo pudo aspirar a un puesto de administrativa. Las dos tienen veintitantos. Comparten un piso pequeño, con cocina americana, también el único televisor, y a Estrellita, la alegría de la casa.
Estrellita se asoma tras el quicio de la puerta de uno de los dormitorios cuando la película parece haber terminado. Quizás la musiquilla de los créditos la ha despertado, o sencillamente ha permanecido todo el tiempo tras la puerta, espiando a sus dueñas."
"—Ahora me la vas a chupar, ¡zorra! —dijo el Negro, sacando su enorme miembro circuncidado por encima de los Calvin Klein de imitación. Del bolsillo de su chaqueta sacó una reluciente navaja, mientras con la mano izquierda sujetaba la coleta de la rubia arrodillada ante él. El Negro acercó la cara de la chica a su pene, mientras ella gimoteada aterrorizada, moviendo la cabeza de un lado a otro en un claro gesto de negación.
—Escucha, puta, más vale que me la chupes, y hazlo bien. Como se te ocurra morderme... ¡chack! —El Negro chasqueó la lengua al tiempo que simulaba un corte de garganta con su propia navaja.
La rubia se sorbió los mocos e introdujo aquel pedazo de carne erecta en su boca. Estaba caliente, tan caliente como una gruesa barra de hierro candente. Podía sentir la piel estirada entre sus labios, empujando una y otra vez hacia el interior, tan hondo que le costaba respirar.
A su lado, su amiga lloraba mientras el Nano la enculaba como a una yegua, ambos sobre el sofá biplaza del salón. Ella notaba la barriga del resuelto violador golpeando con sus glúteos, una y otra vez, dolorosamente, mientras la taladraba sin vaselina ni mantequilla ni nada, a pelo, <>, repetía él. Y para que no gritara le había amordazado la boca con parte del mantel de la cocina que había rasgado en dos pedazos.
Pedazos de pizza sobre la mesa. Fríos y tan nevados de queso que se diría que son enormes triángulos de mozarela fundidos. Es medianoche y los créditos de Match Point aún pueden leerse en la pantalla plana de cuarenta pulgadas. Tania descansa sobre el sofá junto a su amiga, hecha un ovillo con las piernas encogidas.
—¿No quieres más pizza? —dice Sonia.
—Cómetela tú, está fría. No me gusta el queso frío.
—Si quieres lo meto en el micro.
—No hace falta, de verdad. No tengo más hambre.
—Está bien —suspira Sonia, y alarga la mano para coger un pedazo más de pizza, extendiendo bajo él la otra mano para no manchar el sofá.
—Desde luego —comenta Tania—. No sé dónde lo metes.
—Pues aquí, chica, aquí —replica Sonia, señalándose el vientre plano de gimnasio.
Son amigas desde la infancia. Han ido juntas al colegio, al instituto y durante los dos primeros años de universidad. Sonia abandonó la carrera y con los años consiguió hacerse un hueco en el mercado laboral como jefa de una agencia de azafatas. Tania tardó mucho en terminar sus estudios y, cuando lo hizo, sólo pudo aspirar a un puesto de administrativa. Las dos tienen veintitantos. Comparten un piso pequeño, con cocina americana, también el único televisor, y a Estrellita, la alegría de la casa.
Estrellita se asoma tras el quicio de la puerta de uno de los dormitorios cuando la película parece haber terminado. Quizás la musiquilla de los créditos la ha despertado, o sencillamente ha permanecido todo el tiempo tras la puerta, espiando a sus dueñas."
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