"En mis escasos años como lector insaciable, he deglutido la nada desdeñable cantidad de doscientos volúmenes anuales, adquiriendo apenas una docena de ellos en librerías, con lo que el mercado editorial actual no tiene por qué agradecerme nada. Sin embargo, sí puedo jactarme de haber sido uno de los pocos lectores que han obligado a trabajar sin mesura a los funcionarios de las bibliotecas públicas. Comencé anotando ceremoniosamente el historial de mis cacerías literarias en una pequeña libreta de anillas. Lo hacía con prudencia burocrática, cuidando la grafía como un aprendiz, aunque más tarde me alié con la informática para organizarme mejor en un archivo de texto. Me gusta la escritura manuscrita, pero soy un fanático del orden. No pude evitar el cambio a peor. De manera que tengo escritos (o tecleados) los cientos de títulos con sus autores, reseñas y valoraciones personales. C’est mi petit trésor. La prueba irrefutable de que no he perdido el tiempo. "
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