No me agradan los certámenes literarios. Tanto por los amigoteos como por la subjetividad de los jurados (y, a veces, la incompetencia) en algo tan difícil de calibrar como la calidad literaria.
Pero me agradan mucho menos sabiendo el derroche de papel que conllevan.
He decidido concursar (me cuesta hacerlo) en un certamen de novela (tiro al plato con los ojos vendados), y en el proceso de preparar los textos me he sentido francamente cabreado. Exigen 3 copias de la novela, encuadernadas, impresas por una cara y a doble espacio, lo que supone (y eso que el libro es breve), 500 folios. 30 euros en fotocopias + gastos de envío. Multipliquen, teniendo en cuenta que habrá en torno a 150-200 participantes: 100.000 folios empleados en un solo certamen literario. En concreto, las bases dicen que no se devolverán los ejemplares, serán destruidos si no resultan premiados (solo se premia y publica a uno, claro). Esto es algo común en muchos certámenes. Tengan en cuenta ahora, que en España hay unos 2.000 certámenes, desde eventos locales donde participan 30 personas con relatos, a eventos nacionales donde participan 500 escritores con novelasa. Echen cuentas del papel empleado.
Ahora, teniendo en cuenta que la mayor parte de los certámenes vienen sufragados por entidades públicas... explíquenme a qué santo viene eso de que el Gobierno pide austeridad a sus empleados en la utilización del papel... (afortunadamente hay mentes lúcidas que ya emplean Internet y el correo electrónico para estos menesteres, pero solo representan el 1% de los certámenes convocados anualmente). En cualqueir caso, hay muchas maneras de solucionar esto. En fin...
Hola Oscar:
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.Además, el tema de los concursos da para mil comentarios más...
Saludos
Pilar