Extracto del segundo relato que compone el libro "Mentes perversas", de Mira editores, recientemente publicado:
"Estoy loco.
La mía es una locura abstracta, difícil de entender o diagnosticar. A ojos de los demás puedo parecer simplemente introvertido, pero cada cual entiende la locura a su manera.
Desde siempre he sido considerado un chico extraño. En todo instituto o escuela se encuentran clasificados el inteligente, el listillo, el tonto, el charlatán, el tímido, el guapo, el feo, el fuerte, el debilucho… y también hay un raro. Siempre hay un raro. Yo era uno de estos. Tal vez porque desde niño jugaba solo en los recreos, seleccionando minuciosamente arañas que, atrapadas y engañadas por mi superioridad jerárquica, depositaba a su suerte en tarros llenos de hormigas rojas, mientras mis compañeros jugaban inocentemente a policías y ladrones. Poco después, harto de presenciar horribles descuartizamientos entre insectos, cambié las arañas por los cómics de ciencia ficción. Éstos no eran guardados en tarros, sino en cajones cada vez más profusos en mi habitación, y fue mi madre la que decidió un día desmembrarlos todos, arrancando sus espinas dorsales cosidas con hilo blanco y deshojando uno a uno todos ellos como margaritas de pétalos en blanco y negro. Fue el castigo por mi nefasto expediente escolar.
No obstante, mis inquietudes hacia lo fantástico no cesaron y los cómics evolucionaron irremediablemente hacia una forma más densa: los libros. En este camino adquirí la capacidad sin igual de abstraerme del resto del mundo. Luego comencé a escribir historias en un desusado cuaderno de ejercicios y esto fundó mi condición de escritor. "
"Estoy loco.
La mía es una locura abstracta, difícil de entender o diagnosticar. A ojos de los demás puedo parecer simplemente introvertido, pero cada cual entiende la locura a su manera.
Desde siempre he sido considerado un chico extraño. En todo instituto o escuela se encuentran clasificados el inteligente, el listillo, el tonto, el charlatán, el tímido, el guapo, el feo, el fuerte, el debilucho… y también hay un raro. Siempre hay un raro. Yo era uno de estos. Tal vez porque desde niño jugaba solo en los recreos, seleccionando minuciosamente arañas que, atrapadas y engañadas por mi superioridad jerárquica, depositaba a su suerte en tarros llenos de hormigas rojas, mientras mis compañeros jugaban inocentemente a policías y ladrones. Poco después, harto de presenciar horribles descuartizamientos entre insectos, cambié las arañas por los cómics de ciencia ficción. Éstos no eran guardados en tarros, sino en cajones cada vez más profusos en mi habitación, y fue mi madre la que decidió un día desmembrarlos todos, arrancando sus espinas dorsales cosidas con hilo blanco y deshojando uno a uno todos ellos como margaritas de pétalos en blanco y negro. Fue el castigo por mi nefasto expediente escolar.
No obstante, mis inquietudes hacia lo fantástico no cesaron y los cómics evolucionaron irremediablemente hacia una forma más densa: los libros. En este camino adquirí la capacidad sin igual de abstraerme del resto del mundo. Luego comencé a escribir historias en un desusado cuaderno de ejercicios y esto fundó mi condición de escritor. "
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